viernes, 11 de mayo de 2012

Reflexiones sobre la Música...

Música es mas que 6 letras…
Detenerse a escribir sobre la música es uno de los eventos más complejos de la vida, la música compenetra nuestras vidas como el agua a la vida acuática. Seamos devotos de ella o no, nuestras vidas están marcadas por las diversas tonadas que escuchamos voluntaria o involuntariamente.
Sus efectos son múltiples, en los amantes de la música, más allá del género, ella va moldeando y a la vez sirviendo de almacén de cada una de las experiencias que vivimos. Nos moldea en la medida que deseamos subconscientemente ser como la música que escuchamos, lo deseamos al sentir que es para nosotros, al identificarnos con sus letras, al vibrar naturalmente con su armonía y al soñar con su melodía. Luego, nos sorprende descubrir el parecido de nuestra experiencia con lo escuchado.
Armonía, Melodía y Ritmo
La música como almacén es aquella que nos ha rodeado en nuestra vida, cada pieza musical que hemos escuchado en un periodo u otro nos evocan ese periodo en el cual esa interpretación nos rodeaba. Cuantos bellos recuerdos nos evocan las interpretaciones antiguas que solían ser nuestras favoritas en otras etapas de la vida, ellas resucitan alegrías, tristezas, amores, triunfos, fracasos con la misma intensidad que alguna vez se sintieron.
Nos puede producir felicidad y a la vez tristeza, nos puede llenar escucharla pero en su estado actual nos puede atar a la desdicha o a la esclavitud de buscar en el mundo externo una realidad que solo existe en nuestros mayores anhelos y aspiraciones inconfesables que solo una pieza musical es capaz de evocar en nosotros, ya sea para avivar experiencias, invitarnos a experimentar nuevas o para mostrarnos aquellas cosas de las que adolecemos.
El Creador de Música
El Creador de Música es aquel que en su forma humana sabe transmitir sus vivencias y sentimientos en prosas y melodías. En su inspiración consigue mostrarle a los demás un camino para que viva en si mismo esa experiencia que quiere compartir a través de la música. En su aspecto superior es aquel que aprende a viajar a mundos superiores, escuchar las tonadas de las esferas y expresarlo a su audiencia, alcanzando elevar a todos a esa exquisita región descubierta por él. Solo este tipo de seres tienen el poder de transmitir aquello que no es posible transmitir por las palabras ni por la literatura.

(Tomado de Globedia.com)

Daniel Maza



Ahora parece un luchador de sumo, pero Daniel Maza jura que antes de convertirse en uno de los mejores bajistas del Río de la Plata fue un aplicado jas derecho que llegó a jugar en la reserva de Rampla Jr. No sabe cuánto pesa: hace poco probó con una balanza que tenía como tope los 140 kilos y la aguja marcó lo máximo. "Debo andar en gamba y media. Me tengo que cuidar", dice con vaga firmeza . Su aspecto temerario se diluye apenas comienza a hablar. Y a pesar de que cuenta que hace poco corrió a un fan de La Renga porque orinó el frente de su casa (Maza vive a pocas cuadras de la cancha de Huracán, donde la banda de rock suele hacer recitales multitudinarios), enseguida se enternece con un gatito que entra por la ventana.


Daniel Maza, nacido Daniel Omar Correa Suárez en el barrio Cerro de Montevideo hace 46 años, debe su apodo a cierta modorra existencial. "Cuando yo era chico todos los gurises mal que mal hacían algún mandado. Yo era remolón. Me decían: Dale, mazacote negro, movete. De tanto mazacote me quedó Maza". Su primer contacto con la música fue una guitarra eléctrica que le regaló su madre. "Tocaba como podía. Todos los chicos éramos guitarristas en el barrio. Formé un grupo que se llamaba Piedra, que pasó a ser Stone Group. En la sede del club Rampla funcionaba un boliche, El Módulo Beat. Como yo jugaba ahí, podía entrar. En El Módulo Beat escuché por primera vez a El Kinto, con Eduardo Mateo y Rubén Rada".


¿Ya tenías vocación de músico?


No. Yo quería jugar al fútbol. Pero mi viejo me dijo: "Mirá, sos un capo como futbolista. Pero tenés que estudiar porque el futuro se pone dificil". Estudié electricidad del automotor. Después me puse de novio. A los 18 me casé y a los 20 decidí venir a la Argentina. Yo tocaba cada vez más. Gasté un disco de Nat King Cole, que mi viejo había comprado por error. Yo tenía la oreja súper desarrollada. Y había estudiado música con el llamado Método Práctico de Arterio Sosa.


Método bien uruguayo...


Y... sí.


En Buenos Aires, dice, trabajó en Caño 14. Pero no en la legendaria tanguería. "Era un taller mecánico que quedaba en Humberto Primo y Solís. El dueño era —es, porque vive— un tipo llamado Manolo al que siempre voy a estar agradecido porque por él pude conseguir una casita en Villa Bosch. Yo hasta ese momento vivía en una pieza de un hotel de Sarmiento y Montevideo, que pagaba limpiando todas las mañanas las escaleras y el pasillo; después iba a Caño 14. Los fines de semana tocaba candombe por ahí con otros uruguayos, una guitarra y tres tambores. Hacíamos Pájaro campana en ritmo de candombe. Una porquería".


Maza conocía de Uruguay a Juan Gularte, uno de los Wawancó. El lo conecta con el boliche El Papagayo, de Córdoba y Anchorena. "Ahí tocaba una banda estable. Gularte me dice si quería ir a reemplazar al guitarrista, que a veces faltaba. Y me lo muestra. Ahí estaba tocando una noche, un animal. ¡Era Luis Salinas! Le digo a Juan: Dejame. Yo toco el bajo. Y bueno, después quedé. Con Luis (Salinas) nos hicimos muy amigos. Es como mi hermano. El me aconsejó que dejara el taller mecánico y que me dedicara a la música. Le hice caso: dejé el taller y... al día siguiente cerró El Papagayo. Quedé en banda. Mi mujer me quería matar. Yo ya tenía tres hijos."


¿Y qué hiciste?

Busqué laburo. Trabajé en un lugar brasileño, Vadinho. Y después Dios quiso que cayera en el circuito de la bailanta. Toqué con Darío... ¿Te acordás? El del grupo Angora. Hacíamos 24 shows por fin de semana. Empecé a ver un billete. No podía creerlo. ¡Me compré una heladera, loco! Después me mudé acá cerca, también en Parque Patricios. Un día le pido a mi hijo, que tendría unos 6 años, que me alcanzara un repasador del comedor. Me miró extrañado y me preguntó: "Pa, ¿qué es un comedor?" Nunca habíamos tenido comedor.


¿Por qué dejaste la bailanta?

Por dos motivos: porque no me interesaba artísticamente y porque para llegar a cada show íbamos en una combi a 160 kilómetros por hora. Una locura. Empecé a trabajar con Fontova, con Valeria Lynch, me reencontré con Luis Salinas en los míticos domingos de Oliverio de la calle Paraná. Toqué como 20 años con Luis. Hasta que pude sacar mi disco propio, Música destilada, con Osvaldo Fattoruso en percusión y Abel Rogantini en piano. Ahí le agarré el gustito al bolero.


¿Y ahora?


Sigo con el bolero, con el jazz, con el funk. Me invitaron para ir al Festival de Bolero de La Habana. Me sobra laburo y me falta tiempo para hacer lo que quiero.


¿Y qué querés?


Estar con mi hijito, Mateo, que acaba de cumplir 5 meses y medio. Acá está, ¿lo viste? Una locura, ¿no? Este sí que es lindo.

(Entrevista Tomada del Diario Clarín)

Acá les dejo tres discos de este gran músico: